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LA MUSICA LENGUAJE UNIVERSAL

nadie duda de que Gipuzkoa es un territorio que vive con intensidad la música a tenor de las muchas agrupaciones que existen. Hoy, 22 de noviembre, los guipuzcoanos recuerdan a Santa Cecilia, una mujer que, parece ser, vivió en el siglo III. Sus datos se conocen a través de las actas del martirio divulgadas posteriormente.

Arrestada por propagar el cristianismo y catequizar a ciudadanos de Roma, la degollaron después de encerrarla en el cuarto de calefacción de unos baños con la intención de que falleciera asfixiada. Se le vincula con la música porque desde muy joven tocó varios instrumentos musicales. Hoy, varios siglos después, la música se ha convertido en un arte y un idioma que supera las lenguas y que practican millones de personas. Sin embargo, a pesar de su universalidad, es difícil poder vivir de ella.

La francesa Eloise Labaume es alumna de Musikene. Comenzó a tocar el arpa hace 14 años, cuando sólo contaba con nueve. "En Francia es un instrumento con mayor tradición que aquí", reconoce la joven, que heredó la pasión por la música desde niña. Empezó tocando el piano, lo mismo que su madre, "pero después lo dejé", explica. Ahora trabaja para poder abrirse hueco en el mundo de la música. A juicio de las estadísticas un mínimo porcentaje de aquellos que deciden cursar estudios musicales, logra terminarlos. "Es un mundo que requiere rigor y sacrificio. Si de verdad quieres dedicar tu vida a la música, el camino es el trabajo. Es algo a lo que tienes que dedicar tiempo, practicar", señala Labaume. Un trabajo que, además, no termina. "Una vez que terminas los estudios, el título te puede valer para impartir clases, por ejemplo, pero a la hora de acceder a una orquesta, el esquema se repite. Es trabajo, dedicación y tiempo".

Labaume reconoce que a pesar de las nociones de música que se puedan impartir en los centros escolares se echa de menos "educar el oído". "La educación musical no se limita a lo clásico. Los niños tienen que aprender improvisación, a ver la música de otra manera". En este sentido, la joven considera imprescindible que la música pierda el aspecto elitista que la acompaña hoy en día. "Es una pena que exista esta consideración. La música es un abanico muy amplio".

Vivimos rodeados de música. Todos los días a nuestro alrededor suenan melodías. "Creo que la música es un arte que la gente aprecia. Está presente en la vida de todos", apunta Ian Swedlund. Este neozelandés de 47 años llegó a Donostia hace dos décadas. Toca el chelo en la Orquesta Sinfónica de Euskadi. "Más allá de la música clásica existe la popular, que es distinta. No obstante, la grandeza de la música es su capacidad de comunicación, independientemente de lo complicado que sea de ejecutar". En este sentido, Swedlund señala, lo mismo que Labaume, el carácter elitista que se ha acuñado a la música clásica. "No debería ser así. Hablamos de instrumentos, partituras que requieren mucha dedicación para dominarlos, pero el objetivo en última instancia es expresar, lo mismo que cualquier otra música".

Swedlund considera que no es tan importante el hecho de que el público repare en el trabajo que lleva preparar un concierto. "Un recital no es una demostración de las cualidades de uno. Es una comunicación emocional. En el momento en el que uno consigue transmitir emociones a través de una partitura, más allá de que sea o no complicada, la interpretación es válida". El músico es consciente de lo complicado que resulta, no obstante, vivir de este arte. "Aquel que quiera dedicarse a esto tiene que tener suerte y una formación desde joven. Estudiar música exige un sacrificio grande por parte de aquel que estudia y de su familia. Salir a estudiar, un instrumento o partituras necesitan un desembolso que después nadie garantiza que se pueda recuperar".

Swedlund apunta que cada vez existe más preparación. "La gente termina los estudios y el nivel es cada vez mayor. Sin embargo, las plazas en orquestas son limitadas. En las últimas pruebas para chelo en la OSE, la gente que se quedó sin plaza tenía una dedicación emocional y económica importante, además de un nivel sobresaliente. La concurrencia crece. Los candidatos vienen de Bulgaria o Suiza, entre otros países. Es muy difícil poder vivir de la música".

A pesar de estos obstáculos, las escuelas de música de Gipuzkoa continúan año tras año llenas. "La música enriquece. Contribuye a poder hacerte persona, pero las salidas que ofrece económicamente no sacian los deseos de los jóvenes. Sin embargo, nunca va a perder su increíble capacidad de comunicación".

La Música: elemento indispensable en el cine

Desde los tiempos del cine silente (cuando un pianista, a oscuras, matizaba con mayor o menor intensidad lo que ocurría en la pantalla) la música se ha incorporado a la cinematografía como un personaje más.

Componer específicamente una partitura para cine, a fin de crear sentimientos y acentuar atmósferas, es siempre una labor que exige sensibilidad y talento. Acoplar la música a las imágenes requiere una capacidad muy especial por parte del creador para interiorizar las emociones que el realizador pretende provocar en determinados momentos del argumento cinematográfico.

La banda sonora de un filme tiene que reforzar, con sus efectos, las intenciones de cada secuencia, sea con orquestaciones con ritmos diferentes o incluso con el recurso de los silencios. Esa es la clave para que la simbiosis sea eficaz.

Un realizador puede recurrir a música no concebida originalmente para una obra cinematográfica, o solicitarla por encargo. En este último caso el compositor ha de trabajar en estrecha comunión con el director, para explorar en cada momento del guión y hallar así la fórmula que permita conjugar armoniosamente las imágenes con la música.

En Cuba hay una serie de compositores que se han vinculado al cine, sea al de ficción o al documental. Son músicos valiosos y versátiles, intuitivos y sensibles, capaces de conseguir una especialización en ese ámbito. Sobre ellos recae la responsabilidad de que la relación cine-música fluya sin tropiezos, las imágenes sean más convincentes y se refuerce la ilusión de realidad planteada por el argumento.

La música es un ingrediente indispensable en el cine, y los Festivales de La Habana han dedicado buena parte de su programación en estos 20 años, a destacar cuánto aportan al séptimo arte tantas partituras o intérpretes inolvidables. Por apenas citar dos casos recordemos cómo hace 6 años, la Orquesta Sinfónica Nacional, conducida entonces por Zenaida Castro Romeu, ejecutó temas compuestos por José María Vitier para la película El siglo de las Luces, de Humberto Solás, deslumbrantes por su gran peso dramático y porque se advertían en ellos rasgos de la época descrita, sin soslayar los timbres caribeños.

En este vigésimo Festival (1998) también la Orquesta Sinfónica Nacional ha tenido un peso importante, al ejecutar obras emblemáticas compuestas para el cine.

Cuando se hable de un trabajo de composición de música para cine, el nombre del maestro Leo Brouwer resulta insoslayable. En la ceremonia de inauguración de este Festival de Cine Latinoamericano volvieron a escucharse sus composiciones para los filmes Lucía, Cecilia, Un día de noviembre, No hay sábado sin Sol y el documental Lam. Indudablemente, son trabajos que demuestran una experiencia singular para comunicar y sugerir ideas y sentimientos, mediante sonoridades que trasmiten esencias de momentos históricos diversos.

Con su sólida formación el maestro Leo Brouwer, fundador de la Escuela Cubana de Guitarra, ha enriquecido muchas obras del cine cubano.También otros compositores lo han hecho, como los hermanos Vitier, Carlos Fariñas, Juan Formell y Edesio Alejandro, por citar algunos.

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