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El Inmaculado corazón de WALL*E



Película:

‘Wall•e (Batallón de limpieza)’ es una película tremendamente emotiva porque el personaje protagonista, el robot Wall•e, es uno de los seres más entrañables que se han visto en mucho tiempo sobre una pantalla. Sin que apenas pronuncie palabra, los ojitos móviles de un robot muy similar al de ‘Corto Circuito’ (‘Short Circuit’ , 1986) nos lo dicen todo. Su humanidad es mayor que la de los protagonistas de carne y hueso de cualquier otra película. Su amor, su generosidad, su entrega abnegada son inmensos, pero sin caer en la blandura a la que fácilmente se podría haber llegado; manteniendo siempre ese humor que le aleja de bichos demasiados empalagosos. Ya sólo su vocecita, diseñada por el ingeniero de sonido Ben Burtt, emociona con escucharla. También la voz de Eva, la robot que desencadena todas las tramas de la historia que se narra en ‘Wall•e’, despierta una enorme ternura cuando pronuncia el nombre del protagonista. Otro personaje con un magia enorme es el robot de limpieza M-O. Pero no todos los robots son buenos y los humanos malos, el film no es nada maniqueo La soledad que siente Wall•e durante los primeros minutos está retratada de forma desoladora y, a pesar de que durante esta parte del film lo único que vemos son acciones rutinarias, todas son tan graciosas y tan repletas a guiños sobre nuestra sociedad –la cinta VHS proyectada en una pantalla de iPod— que no es posible aburrirse. Muy al contrario, el espectador contempla el film con la boca abierta, fascinado con cada nuevo detalle. Durante esta etapa el film presenta un tono ligeramente cómico, con un estilo de humor tierno, pero que no cae en lo melindros

Score:

Thomas Newman, pese a quien pese, es uno de los nombres más importantes asociados a la música cinematográfica reciente. No ya por el legado familiar que atesora, siendo su padre Alfred Newman, y teniendo muy cerca en el árbol genealógico al, bueno venga, irregular David Newman y al otrora brillante Randy Newman, sino porque Thomas es creador de una marca sonora reconocible que ha sido plagiada y emulada hasta la saciedad. 8 nominaciones al Oscar lo avalan.

Sus sonidos melancólicos, pequeños y humanos, sus orquestraciones mínimas, la mezcla ecléctica de instrumentos en sus composiciones… Si bien son los puntos fuertes de su talento, también han sido su pequeña cruz estilística, pues, quizás enfrascado en la evolución de esa marca, más interesado en combinar y experimentar con patrones sonoros establecidos, sus bandas sonoras son parientes demasiado cercanos, que indudablemente y en todo caso potencian las imágenes que acompañan.

En el caso que nos ocupa nos encontramos precisamente con esto. Lejos del despunte formal que supuso El Buen Alemán, tenemos a un Thomas Newman fiel a su propio legado de la última época. Su Wall•E es bonito, comedido, y de seguro le sentará como un guante de seda a la película, pero también es cierto que el tono coqueto y juguetón característico de Lemony Snicket se deja ver en cortes como el mismo tema asociado al protagonista de la cinta, Wall•E, o el frenesí dramático de ciertos cortes de Nemo es patente en Foreign Contaminant. Incluso si me apuran, se puede apreciar el descaro de Jarhead en tracks como Mutiny! Quizás lo más acertado se asocie al nombre que acompaña a Newman en los créditos, que no es otro que Peter Gabriel. El ex-componente de Genesis, que se ha currado banda-sonorazas como La última tentación de Cristo (que nuestro amigo John Debney debió de escuchar unas 318 veces antes de meterse a componer La Pasión) o la preciosísima Rabbit-Proof Fence, aporta ese grado extra que hace de la banda sonora de Wall•E algo que emociona de una forma distinta. El tema de Eve, el robot femenino, si algo como eso puede existir, es el corazón de la música, al igual que lo es de su enamorado robot basurero. Sus compases delicados, sus melodías danzarinas, describen el descubrimiento del amor con el universo de fondo, en una melodía que se desdibuja en sus bordes y en la que es fácil imaginar los tristes ojos de Wall•E mirándola.

Este tema lo desarrollarán a plena potencia en Define Dancing, una pieza exultante, exótica, con sonidos electrónicos que se pierden en el espacio, insinuantes, que van y vienen, y juegan, coquetean, como los dos robots. la banda sonora, misteriosa en su descripción del universo y la soledad del robot (2815 a.d.), divertida cuando se cuentan sus andanzas (72 degrees and sunny), épica en su resolución dramática (The Holo-Detector), se complementa, no sólo con una canción que si la agitas suena a nominación al Oscar, Down to Earth, sino 3 canciones con ese típico toque estilístico de vieja escuela que acompañan siempre a los cd’s de Newman, siendo una de ellas la eternamente deliciosa versión de Louis Armstrong de La Vie en Rose.


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