Crudo Nacionalismo.
predecir, pasando por el metabolismo de un ácaro o la inexplicable estabilidad gravitatoria del Sistema Solar, lo difícil es encontrar algo sencillo de describir. El cristal, antaño un modelo para definir el orden y la exactitud naturales, aparece como un caótico galimatías si lo observamos desde el punto de vista de los modos de excitación de sus átomos. La turbulencia producida por el reactor de un avión, que a simple vista podría parecer la quintaesencia del caos y la desestructuración, se convierte en un foco de orden con una complejísima estructura llena de belleza cuando comprendemos su naturaleza fractal, la cascada autosemejante.
Así, descubrimos con perpejlidad que sólo se puede describir una parte de cada cosa que observamos cada vez, y que esa parte depende del punto de vista o escala desde el que se observa. La elección de un necesario punto de vista desecha, por principio, infinitas perspectivas, por lo que siempre renunciamos a describir un número infinito de características. No existe la descripción exacta, como tampoco existe la descripción completa, sino tan sólo aproximaciones, porque la complejidad de las cosas es irreductible. Veamos ahora lo que hace el nacionalismo. Si en
La ideología nacionalista pretende, en realidad, algo imposible: reducir hasta su destrucción la complejidad. Cualquier interpretación nacionalista de la historia, de la política, de la sociedad, de la cultura, tiene como característica esencial más o menos visible la idea subyacente de que sólo existen dos tipos de personas permanentemente enfrentadas: nosotros y ellos. Las diferentes características del nosotros y el ellos pueden variar, pero lo fundamental es que todos, sin excepción, intentan reducir nada menos que la naturaleza humana, y la irreductible y compleja individualidad de cada persona, a una descripición para la que bastan dos palabras. El siguiente paso, por supuesto, es vencer en ese enfrentamiento y eliminar al ellos, quesi bien en un principio será un determinado segmento de la población mundial, al final comprenderá al resto de la humanidad en su conjunto. Es en realidad la misma absurda pretensión de cualquier ideología totalitaria. El comunismo pretende simplificar a la humanidad eliminando a todo aquel que no sea proletario, el nazismo pretende eliminar a todo el que no sea ario, el judaismo ortodoxo a todo el que no sea judío y así sucesivamente. Como cualquier otro totalitarismo, genera necesariamente violencia. En última instancia su verdadero objetivo, que es acabar con la complejidad del mundo humano, es imposible a menos que todos los humanos que no desean renunciar a su compleja individualidad sean exterminados. El nacionalismo en España crece sin remedio. Es como un cáncer que amenaza con destruir la hermosa complejidad de nuestro país y de nuestra historia, o más bien diríamos nuestras historias y, por qué no, nuestros países, pues cada persona es un punto de vista único e irrepetible. Enfrentarse a los nacionalismos periféricos es un deber cívico que todo ciudadano debe practicar, pero hay que tener mucho cuidado, porque hacerlo desde un nacionalismo españolista exactamente igual de nocivo es un monumental error. Cuando dos nacionalismos se enfrentan lo que realmente hacen es dar carta de verdad a la miserable mentira del otro. Así, el españolista vocea sin pudor exactamente la misma falacia que el vasquista o el catalanista: que en España sólo vivimos dos tipos de personas, nosotros y ellos, cuando lo cierto es que ya se han superado los cuarenta millones hace tiempo.
1 comentario:
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